Manos de mujer


En tus manos escondes la historia del mundo,
historias llenas de retos imposibles 
y de injusticias marcadas a fuego por el simple hecho de nacer.

Tienes manos dulces y fuertes, 
capaces de liderar la mayor de las luchas, 
a la vez que acarician tiernas, el florecer de una nueva vida. 

Son manos sabias, 
manos de hijas, de madres, de abuelas,
manos de mujeres que un día dijeron basta,
que se cansaron de caminar agachando la cabeza
y que ahora la alzan disfrutando de los rayos de sol que atraviesan el muro.

Son manos en las que siempre hubo plumas y pinceles, 
y con los que ahora puedes moldear el mundo a tu imagen, 
alejándote de la visión que te imponían,
desde los ojos, las palabras y el poder de otros.

Pero sobre todo tienes manos que saben que le deben todo a otras manos, 
a esas manos que un día te acunaron, 
que te levantaban cuando caías al suelo, 
que te marcaban el camino cuando la niebla amenazaba tu paso,
y que se resignaban a vivir en la jaula de una vida sin alternativas. 

Manos que pertenecen a mujeres que miran las tuyas con esperanza,
ilusionadas de que no hereden las grietas, las quemaduras y la triste historia que el tiempo esculpió en las suyas.
Manos que pertenecen a mujeres que miran con orgullo lo que has conseguido, 
mientras en sus ojos asoma una lágrima melancólica por los sueños que no consiguieron cumplir, 
y que se quedaron para siempre en la bruma de la noche silenciosa,
y en las preguntas que nunca repetirá en voz alta.

¿Cómo habría sido mi vida si hubiera podido salir de la oscuridad?

¿Cómo habría sido con las mismas oportunidades?

¿Cómo habría sido si hubiera podido elegir?

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