¿Dónde estás?


¿Dónde estás?

Una y otra vez llega a mi cabeza la misma pregunta,
martilleando con fuerza mi endeble seguridad. 
Eco de los miedos que nunca pude superar,
autoestima frágil y fingida, 
que un día voló con una promesa incumplida. 

Oscuridad envolvente y fría,
sentimientos encontrados y miradas huidizas. 
Sombras que caminan solitarias en mitad de la noche, 
con un paso firme que titubea en cada esquina, 
que flaquea con cada mirada ajena, 
que duda cuando la luna se oculta.

Culpabilidad que mana de aquel adiós,
por no haber puesto las cosas difíciles, 
por no haber andado hasta el purgatorio de una puerta entreabierta,
para hacer brotar la luz de una esperanza moribunda. 

Pero ya es tarde y solo queda la oscuridad. 
Un camino vacío que llenaste con tus pasos, 
la elegancia cruel de quién se aleja, 
de quién vuelve a respirar cuando su cuerpo sale del mar.

Recuerdos que se acumulan, 
parches inútiles que no cortan la hemorragia, 
que no impiden que me desangre, 
lentamente,
mientras a mi mente llegan retazos de preguntas que no quiero hacerme.

¿Dónde estás?
¿Con quién?
¿Hasta cuándo?

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