Nadie se acordará de nosotros



Nadie se acordará de nosotros cuando hayamos muerto.
Atrás quedará el calor de los besos,
los paseos agarrados de la mano,
y el eco susurrado de los Te quiero que escuchaste,
y de todos los que debí haberte gritado.

No quedará rastro de nuestra sombra afilada esperando el atardecer,
del cansancio que invade tus ojos tras una noche cómplice,
ni del vértigo que sentí al comprender
que mi lugar ideal en el mundo
se encontraba a tu lado,
viéndote soñar, aunque solo fuera un segundo.

Aquellos que nos busquen seguirán nuestros pasos,
extenderán los brazos tratando de alcanzar nuestra estela,
y solo cuando sus pies los frenen al final del camino,
alzarán la vista al cielo para preguntar al viento
por las hojas no escritas de nuestro destino.

No habrá eco que difunda una despedida
ni lágrimas que dejen marcadas en el barro nuestras huellas,
mientras el paso del tiempo nos convierte en un sueño borroso
que poco a poco va perdiendo el contorno de sus líneas.

Por eso abre los brazos,
sueña despierta,
baila quitándote los zapatos
y bésame sin pensar en miedos ni despedidas.

Porque nadie se acordará de nosotros cuando hayamos muerto,
mi niña,
así que nunca dejemos de reír por lo ya vivido,
ni dejemos que se esfume la ilusión
mientras avanzamos con pequeños pasos,
cargados de luz, de emoción y de sentido.

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