La soledad de una taza de café



De lo que pudo haber sido solo quedó una taza de café manchada de pintalabios.
Consecuencia de un anhelo no cumplido, 
el de una mano que acaricia sus labios con el deseo de que sean besados,
el de un tiempo gastado en poner en relieve una belleza que había volado,
y el de una mirada que se pierde en el horizonte de un futuro que ya nunca se hará realidad.

Sentada frente a la taza de café manchada de pintalabios, se seca las lágrimas. 
Mientras, frente a ella, ve pasar impotente al fantasma de lo ya imposible, 
siempre sonriente, 
arropado entre sus brazos, 
riendo,
besando,
gimiendo. 

No hay mayor envidia que la que provoca el placer ajeno, 
felicidad egoísta que clava sus garras en el alma,
abriendo heridas que creías ya sanadas, 
pero que acaban cortando el fino hilo del que depende una vida mil veces recompuesta,
y mil veces desgarrada. 

Comentarios

  1. La taza de café solitaria en vez de todo lo que podría haber sido... me parece una poesía muy evocadora.
    Maravillosa, como siempre.

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