El momento de echar a volar
Decidiste que esa tarde, había llegado el momento de volar.
Te cansaste de servir de saco de boxeo,
de cerrar los ojos cada vez que la puerta sonaba,
y de llorar a escondidas pensando que era inevitable, que cualquier día, no llegaras a despertar.
El miedo no te dejaba dar el paso.
Te asomabas temerosa, detrás de las gafas que ocultaban tu vergüenza.
Cristales tintados que aislaban el dolor de las miradas vacías de los que te rodean,
aquellos que miran y se ocultan,
que te entienden, pero no se meten,
y que te defienden, siempre desde la prudente distancia del anónimo espectador.
Lo primero que hiciste fue mirar abajo.
No fuera a ser que el Diablo hubiera decidido volver del foso.
Cientos de lágrimas siguiendo la dirección de tu mirada,
mezclando su sal con tus dudas,
buscando crueles, las heridas abiertas que escuecen,
y que te recuerdan que nada puede ser peor que seguir viviendo muerta.



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