Vergüenza que ciega


Pasan los minutos y no llega.

Tiempo perdido que no vuelve,
que no será devuelto con intereses
cuando, cansado de vivir,
tenga que rendir cuentas ante la muerte.

Mirada vacía,
sol brillante que daña,
que ofrece una calma ficticia,
antesala de una tormenta que se aproxima,
que espera el momento más doloroso para estallar
y vestir de luto al cielo.

Paso a paso,
latido decadente que anuncia el final,
que te hace extraer conclusiones que no habías pedido,
pero que la vergüenza obliga a dar.

La misma vergüenza que te mantuvo lejos,
la que te impedía levantar la cabeza del suelo,
la que te obligó a dejar de mirar a sus ojos
mientras tu alma se apagaba como una vela temblorosa
que espera, débil, el suspiro que la encerrara en la oscuridad.

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