La verdadera poesía


La poesía no se forma con versos, nada tiene que ver con rimas,
ni con palabras elegidas en un momento místico de lucidez artística.

No depende de métricas, no la embellece una voz declamando,
ni proviene de misteriosas musas sospechosas de embriagar corazones incautos.

Una poesía no se atrapa y se recluye en cárceles de celulosa,
no se le apila con otras prisioneras en campos de exterminio de tapa dura,
ni se la hiere con tinta, o se clona contra su voluntad con tecnología invasiva.

La verdadera poesía huye de la intensidad de la ignorante alma adolescente,
chirría con los temas manidos, sucumbe ante el ello, yo y superyó freudianos,
y huye sin mirar atrás de aquellos monstruos que torturan a Rubén Darío cada noche.

La poesía no se crea, no se trabaja, no se inventa. No depende de modas pasajeras,
de nóbeles encumbrados, de asonancias o consonancias,
o de menores artes que sueñan con asomarse más allá del noveno cielo.

La poesía se vive, se sueña, se esconde de ti en una mirada, en un tierno abrazo,
se vuelca en un futuro ilusionante, en un pasado melancólico, en un sí inesperado,
un beso inacabado y un primer encuentro a principios de otoño.

La verdadera poesía se entrega, se rinde en la pausa de una caricia,
se asoma traviesa a través del roce inesperado, del sueño inexplicable y... del dolor.

Del dolor de un alma herida de muerte, un alma condenada a jugar a la ruleta rusa con el cargador lleno.


Comentarios

Entradas populares